Hoy,
podríamos decir que nadie escapa a tener una visión negativa de la sociedad
venezolana. Hemos llegado a un punto de gran desesperanza, inacción,
desinterés, en el que los ciudadanos en general no saben a dónde ir o qué
hacer. Pareciera que solo queda esperar un milagro, subestimando el poder de
cada quien, de la acción racional y ética de cada ciudadano organizado. Tal
vez, lo más grave sea la ausencia de profundidad en los saberes, en la verdad,
lo que significa negación de virtudes y, de forma sencilla, de reales
soluciones.
Las
universidades venezolanas, como instituciones, son uno más de la sumatoria de
desorientados que habitamos en el territorio de Venezuela. Vienen siendo un
lugar de paso, en el que se imparten conocimientos dispares. No tienen
relevancia para la sociedad, pues han negado su esencia; han preferido el plato
de lentejas de cantidad de egresados y matrícula: números sin vida,
superficialidad sin razón, opiniones sin verdad.
La
Universidad (la escribimos con mayúscula) no son paredes para dar clases. Lo
meramente técnico ha vencido a lo completo, a lo integral. Con esto, las
universidades en el país, y el resto del mundo, parecieran un laboratorio de
experimentos sin verificar, en el cual la formación de sus habitantes queda
relegada como intrascendente, siendo consonante a lo que han clasificado como
crisis de la modernidad o post-modernidad, falsedad total (negación), pues es
precisamente la transcendencia del hombre a lo que apuntó en su principio la
Universidad, y obviamente a lo que debe seguir apuntando, para poder ser
escrito con mayúscula.
La
Universidad nació como entidad independiente a la Iglesia y el Estado, que no
se contaminara por los ámbitos concernientes a dichas instituciones, en la cual
la Verdad, el uso de la razón, y por lo tanto, la plenitud de la vida humana,
proliferen en un matizado comulgar de personas y virtudes. Luego, la
universidad significa el espacio ideal (idílico también) de realización de los
hombres, de su sociedad, de su organización política: es pulmón de la
República, garante de su orden y rectitud.
Luego,
son los valores que se imparten en instituciones de este carácter las que a
largo plazo mueven el fondo de las sociedades. Devolverles a las universidades
su razón fundamental es la propuesta, tal vez grotescamente simple, pero
decididamente profunda y real, como acción coherente con la búsqueda de la
Verdad, que proponemos para la mejora de Venezuela, entendiendo la sociedad
como la relación entre ciudadanos: individuo y masa, yo-el otro- los otros.
En
Venezuela tenemos la infraestructura de muchas universidades (con minúscula),
tenemos a la mano entonces los insumos para llenar de esperanza y verdad nuestras
raíces culturales. Trabajemos en elevar la mera estructura (edificios, aulas,
profesores) hacia el espacio de Verdad, Razón y Vida, con humildad y
compromiso, con responsabilidad y respeto, oxigenando y sanando las pústulas de
nuestra sociedad.
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