Por
triste que suene, el venezolano común y corriente, no es alguien verdaderamente
formado a nivel intelectual, no es alguien que tenga cientos de oportunidades
para progresar, más bien es aquel que vive en zonas populares, sin acceso a
servicios públicos de calidad, vive acechado por el hampa; es una realidad de
la que no estamos del todo conscientes hasta que nos colocamos en la piel de
esas personas, realmente: ¿cuántos de nosotros hemos entrado a un rancho en el
que beben agua de lluvia, no comen 3 veces al día y viven 8 personas entre
cuatro paredes y tres colchones?
Hasta
que no salgamos de nuestra burbuja pseudo-primermundista no caeremos en cuenta
de una situación extendida por todo el país, hasta ese momento no nos preguntaremos:
¿por qué esa persona tiene un pensamiento político distinto al mío? ¿Por qué se
encuentra en esa situación y no yo? ¿Qué es realmente lo que ocurre? y ¿Qué
podemos hacer en nuestra posición de jóvenes en formación para solucionar esta
problemática del país?
En
el venezolano (y el latinoamericano en general) parece existir una falta de
conciencia histórica y una memoria corta realmente preocupante hasta el punto
de ser una ignorancia casi total de los aciertos y errores del pasado, sumado a
una manipulación mediática presente casi a diario, lo cual permite que algunos
actores políticos distorsionen nuestra propia historia e identidad.
Más
allá de la explicación sobre todos los problemas cientos de veces repetidos y
estudiados que tiene nuestro país, debemos observar el pasado reciente del
fenómeno que hoy estudiamos y pretendemos buscarle una solución: La
polarización.
En
la historia de nuestro país, pareciera estar arraigada una constante
polarización sin tregua ni mediación alguna entre dos bandos opuestos;
(liberales y conservadores, adecos y copeyanos, oficialismo y oposición) pero
hablando sobre un pasado más reciente, a mitad de la década de los 70, durante
el gobierno de Carlos Andrés Pérez, el precio del barril del petróleo se
triplicó, causando que el crecimiento económico de Venezuela, que tenía un
crecimiento progresivo medianamente igual año a año, se disparara y al estar en
un país tan joven en cuanto a prácticas democráticas (no llegábamos a 15 años
de democracia), con una Constitución que se respetara, no se supo manejar la
situación y los problemas de corrupción fueron desmesurados, lo cual sumado a las
exuberantes deudas con el FMI, originaron una crisis de deuda externa a
principios de los 80s. Más adelante con El Caracazo, los dos intentos de golpe
de estado y la posterior deposición de Carlos Andrés Pérez en su segundo
mandato, el sistema democrático venezolano entró en crisis, sumado a una
indiferencia política en alza, todos estos fueron elementos determinantes para
la llegada de Hugo Chávez a la presidencia en 1998, que aprovechó la falta de
conciencia histórica de las masas populares para distorsionar (como se explicó
anteriormente) lo ocurrido en la 4ta República, culpándola de cada problema del
país, para sembrar el odio y sentar las bases de la polarización que vivimos
hoy en día.
Ahora,
debemos hacernos, (como juventud formada), la siguiente pregunta: ¿Cómo trazar
puentes en una sociedad polarizada? La solución a este problema, (el de la
polarización, que no es otro que la deshumanización), es la educación, y no la educación como el
degenerado pragmatismo en el que se ha convertido el sistema educativo
venezolano, no. La educación que aquí se plantea no es más que la formación
humana, esa educación que nos hace razonar y por lo tanto, nos hace más personas.
Resulta
imperante la necesidad de definir al hombre. Y, al hombre como persona, como un
ser que es libre, que razona y por lo tanto es inteligente. Pero, que por sobre
todas las cosas tiene una necesidad de amar, una persona que deja de sentir
amor, (entendiendo por amor la necesidad de relacionarse benévolamente con las
demás personas), se deshumaniza. Citando a Orwell en su obra 1984: “Pasa a ser
una nopersona”.
El
hombre está destinado por naturaleza a relacionarse, esa necesidad de amar que,
sin duda alguna, es el puente trazado por la naturaleza humana para
contrarrestar la polarización. Preguntémonos, ¿Cuál es la máxima expresión
material del amor? Sin duda es el arte, la cultura.
Una
persona culta es una persona formada, con conciencia, que razona. La obligación
de la persona culta es culturizar, expandir su conocimiento al prójimo. Pero,
debemos tomar en cuenta que la contraparte de esa persona, (la persona no
formada), también tiene ciertas virtudes que deben ser explotadas. Entendamos
que como ellas aprenden de nosotros, nosotros aprendemos de ellas. El clásico
solo saber que no se sabe nada de Sócrates es lo que nos permitirá ese mínimo
de tolerancia para comprender al que es diferente.
En
definitiva, debemos sembrar las semillas de la formación humana y cosechar las
virtudes innatas del que es diferente.
Alguien
debe tomar la labor de cambiar una mentalidad colonial y sin conciencia
histórica que nos lleva a caer constantemente en los mismos errores. Y los
hombres capaces de esta ardua labor deben formarse primero, para luego formar;
tener capacidad de asombro y ser hombres de reflexión que puedan encontrar las
soluciones a nuestros problemas y que planteen un proyecto de país acorde con
la dignidad de todos sus ciudadanos. Deben ser también hombres virtuosos, que
se ejerciten en ella y que tengan la suficiente fortaleza para mantenerse en el
bien; que tengan valentía para luchar por su patria hasta dar la vida por ella
y, sobre todo, que tengan esperanza y que se reconozcan, a sí mismos, como la
esperanza de millones de venezolanos que esperan vivir dignamente en una
civilización justa y democrática.
Paper#5.
Autores: Gabriel Capriles - Edgar Beltrán – Alejandro Conejero - Luis F.
Capriles
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