Muchos analistas e
‘’intelectuales’’ del país han atribuido la actual crisis venezolana a diversos
fenómenos, ya sean económicos, de seguridad ciudadana, de la mala gestión del
régimen, entre otros. Pero todas estas conclusiones pseudointelectuales son notoriamente
superficiales porque no examinan a fondo todos los factores que influyen en la
situación actual de Venezuela. La clase intelectual venezolana ha fracasado
rotundamente en entender y ofrecer soluciones ante la crisis que hoy vivimos.
Es irresponsable afirmar y tratar a los distintos problemas de la sociedad como
problemas aislados, cuando es tan evidente que son partes de un todo y que no
se pueden ofrecer soluciones a los mismos, si solo se busca curar los síntomas,
sin atacar la verdadera etiología de la enfermedad. Toda acción tiene su
reacción, y la acción que ha originado la mayoría de estas problemáticas es un
sistema político retrógrado, de trasfondo totalitario y concebido para generar
discordia. Decir que este sistema existe desde hace apenas 16 años es tener los
ojos cerrados ante la realidad, en tiempos anteriores no era tan evidente
porque no había gobiernos con una vocación tan abiertamente totalitaria; pero
este gobierno simplemente ha heredado y maximizado tres males de épocas anteriores:
presidencialismo, estatismo y centralismo. El régimen actual solo se aprovechó
de las fallas y los vacíos en las reglas del juego político, para establecer
las suyas propias.
El
gobierno ha aprovechado su pleno dominio del poder para aplicar una selectiva y
sistemática deshumanización y dominio del lenguaje, que se convirtió en la
semilla de la polarización y posterior deshumanización, también, de la
sociedad. Se impuso una retórica agresiva y degradante de parte y parte (escuálido,
cucaracha, pitiyanki, majunche; marginal, pata en el suelo, ignorante) para
acrecentar la desintegración en la sociedad. La deshumanización social, a
través de las vertientes de la crisis (inseguridad, inflación,
desabastecimiento, etc.) ha generado que las personas se limiten a sobrevivir,
a llegar a lo más instintivo, a perder la capacidad de reflexión. Han intentado
crear un venezolano sumiso y materialista, que cree que ser es tener y no ve
más allá, que a través de la ambición desmedida y el rencor ha sido cegado para
que no se detenga pensar en su valor como persona y no pueda autorrealizarse. A
resumidas cuentas: desconocemos nuestra identidad y dignidad como venezolanos
debido a la manipulación y a la discordia que ha sido sembrada en nuestra
sociedad.
¿Qué necesita Venezuela?
Proponemos una vuelta al Ser, es decir:
redescubrir nuestra esencia individual y colectiva como venezolanos. Las
soluciones a nuestras crisis van más allá de la técnica, el país no solo
necesita reducir su inflación, aumentar su producción, reducir la tasa de
homicidios, etc. El país necesita volver a saber qué es, conocerse. Y todo
esto, que suena tan filosófico y abstracto, ¿cómo va a hacerse? Esta ‘’vuelta
al Ser’’ tiene dos dimensiones: una individual y otra colectiva, cada una con
sus medidas pertinentes, que se retroalimentan y son interdependientes entre
sí.
Para la dimensión individual es
necesario retomar la memoria y conciencia histórica, saber que no somos
huérfanos de buenos ejemplos, conocer nuestro pasado para rescatar lo positivo
y no repetir los errores. Los venezolanos no podemos tener memoria corta,
nuestra historia pide a gritos la unidad y la concordia entre todos y no
puñaladas por la espalda y revanchismo por doquier. Nuestra historia nos pide
amor por la verdadera política, nos pide recuperar lo afirmativo del venezolano
(instituciones, valores, educación, cultura, etc.) para construir mejores
ciudadanos. En esencia, que el
venezolano vuelva a Ser, es que el venezolano recupere el ser ciudadano, que
retomemos valores cívicos que se ajusten a las circunstancias históricas que
vivimos. Debemos combatir el contraste que vive nuestro país con la integración
social a través de la memoria histórica que vienen a ser el ‘’yo’’ que
compartimos todos los venezolanos: la historia que nos une y que nos ha traído
a la situación que vivimos.
Para la dimensión colectiva es
necesario primordialmente cambiar de pies a cabeza el sistema político. La
esencia de este sistema ha persistido desde la independencia de nuestro país,
algunos de sus males se redujeron durante nuestro período democrático, pero
cuando la democracia se pervirtió, los males del sistema volvieron. Es
necesario un verdadero balance y separación
entre poderes, para combatir el abuso del presidencialismo porque este
sistema ha sido constituido de forma tal que genera caudillos modernos, nuevos
Mesías; es necesario también un verdadero federalismo, devolver las competencias
a las regiones, resolver los problemas locales desde la localidad. También es
necesaria la integración socioeconómica, crear condiciones materiales básicas
para la población y para sanear la economía de forma tal que se atraiga la
inversión extranjera y se estimule la producción, para esto es muy necesario
que el Banco Central de Venezuela sea verdaderamente un Banco Central y no una
impresora de dinero inorgánico, es decir, devolverle su poder y autonomía. Es imperativo
recuperar la confianza del sector privado para que este produzca, a través de
la derogación de la Ley de Precios Justos, el acceso a divisas en igualdad de
condiciones y la progresiva eliminación del control de cambio. En definitiva,
es necesario un sistema que se preste a la reconciliación y al empoderamiento
ciudadano: la participación de todos en la toma de decisiones políticas, que
los políticos respondan a sus representados y no a su partido, que la sociedad
civil gane influencia en el acontecer político nacional, para que sea un actor
relevante en el mismo, así se combate a la anti política, ya que el pueblo sabe
que verdaderamente tiene el poder y que participa en el proceso de toma de
decisiones.
Estas dos dimensiones, no están
aisladas, sino que se entrelazan a través de un proceso de retroalimentación:
la dimensión colectiva crea condiciones para la dimensión individual, es decir,
se busca establecer un sistema libre, en el que las personas puedan
reflexionar, educarse en valores y se instauran una serie de condiciones materiales
mínimas que permitan a la población a no limitarse a sobrevivir; por otra parte
la dimensión individual hace sostenible a la dimensión colectiva, ya que esa
educación y esa recuperación de la conciencia histórica es lo que estabiliza al
nuevo sistema político, le da un piso sobre el que sostenerse y desarrollarse,
le da forma.
Hay una medida que se encuentra
embebida entre la dimensión colectiva e individual: darle prioridad a la
educación en todos los sectores y aspectos, una nueva política educativa, desde
primaria hasta la universidad que forme a venezolanos conscientes de su
realidad y amantes de la libertad y de la Verdad. El venezolano necesita darse
a los demás, salir de sí, para poder descubrirse a sí mismo. Cada quien para
descubrir su esencia, saber quiénes somos y hacia dónde vamos, necesita servir,
ser útil y poner todos sus talentos al servicio del país. No descubrimos toda
nuestra potencialidad y capacidad como seres humanos, no nos entendemos a
nosotros mismos en plenitud hasta que nos entregamos a los demás, hasta que no
asumimos los retos de nuestra generación, en definitiva es tan simple como que
ser es servir.
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